domingo, 4 de agosto de 2013

Noches de violencia y silencio en varias ciudades de México



·        Nuevos enfrentamientos en México.

Raquel Seco

4 AGO 2013 - 20:17 CET

Al menos 54 personas han muerto en enfrentamientos violentos durante los últimos tres días en localidades de Zacatecas, Tamaulipas y Culiacán. Las autoridades callan.

La violencia que desde hace tres días azota localidades de Zacatecas (centro de México) y las ciudades de Reynosa (noreste) y Culiacán (noroeste) no se ve en canales oficiales. Las autoridades guardan silencio ante los enfrentamientos que han dejado decenas de víctimas.

En Zacatecas, la prensa nacional informa de 46 muertos en tres noches consecutivas de enfrentamientos entre supuestos miembros del crimen organizado en los municipios de Fresnillo, Jerez (localidades de 200.000 y 50.000 habitantes a unos 60 kilómetros de la capital del Estado) y Valparaíso, donde viven 30.000 personas y algo más lejana. El jueves, dos convoyes se enfrentaron en Fresnillo dejando 38 muertos, según fuentes citadas por La Jornada. El viernes por la noche, una persecución de vehículos acabó con ocho muertos y cinco desaparecidos. El sábado, una transeúnte resultó herida en otro tiroteo en el municipio de Río Grande.

En la fronteriza Reynosa (Tamaulipas), cinco personas murieron y nueve resultaron heridas en enfrentamientos entre policías y supuestos miembros de redes del narcotráfico madrugada del sábado. El mismo día, ya por la mañana, al menos tres personas fallecieron en otro tiroteo con agentes federales en Culiacán. Esta ciudad es la capital de Sinaloa, un Estado pujante que a la vez es la cuna de Joaquín El Chapo Guzmán, el narcotraficante más poderoso de México, líder del cártel de Sinaloa.

El índice creciente de asesinatos que sufre México desde 2008 se frenó en 2012, según los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística, aunque los datos (26.037 el año pasado, 27.213 el anterior) todavía están lejos del arranque de la 'guerra contra el narco' del expresidente Felipe Calderón: en 2007 se registraban 8.876 homicidios.

La violencia de estos días tuvo lugar entre sombras. Los cuerpos de las víctimas de Zacatecas, según Proceso y La Jornada, fueron retirados por los distintos bandos. Ninguna fuente oficial ha informado de los sucesos, y varios de los diarios locales no lo reflejan: el pasado mes de febrero, varios medios de comunicación firmaron el acuerdo 'Por nuestra imagen' con el Gobierno del PRI para “mejorar la percepción” del Estado. Los medios adscritos se comprometían a no publicar en primera plana informaciones o fotografías sobre enfrentamientos entre grupos del crimen organizado, actos delictivos y homicidios. Las redes sociales han tomado el relevo: grupos de Facebook como AccesoZac ilustran cada ataque con aportaciones ciudadanas.

Mientras las localidades se recuperaban del último ataque, la mañana del domingo el diario El Mañana de Reynosa hablaba en su portada digital de medicamentos genéricos, El Debate de Sinaloa, de la flota camaronera, e Imagen de Zacatecas, sobre tránsfugas y una disputa familiar por la herencia del abuelo. En el canal zacatequense de la aplicación Zello, una especie de walkie talkie para celulares, el día arrancaba con una pregunta: "¿Hay muertitos?".




Miembros de la autodefensa ciudadana en La Ruana (Michoacán). / PEP COMPANYS

  El alza de homicidios en México se frenó en 2012

  • El año pasado bajó un 4% el índice total de asesinatos, que despuntó desde 2008 durante la ‘guerra al narco’ de Calderón



Pablo de Llano México 31 JUL 2013 - 02:50 CET

La progresión constante del índice de asesinatos que se venía registrando en México desde 2008 se frenó en 2012, según los datos que ha aportado este martes el Instituto Nacional de Estadística (INEGI). El año pasado hubo 26.037 homicidios dolosos (22 por cada 100.000 habitantes) y en 2011, 27.213 (24 por cada 100.000). Esta cifra rompe una escalada continua de la tasa de asesinatos pero deja a México todavía lejos de los números que tuvo antes de que empezase dicha subida: en 2007 hubo 8.876 homicidios, tres veces menos que en 2012.

La estadística del INEGI mide el número total de homicidios, pero no detalla cuántos están relacionados con el crimen organizado, el dato específico que más preocupa en México, dado que el alza exponencial de homicidios que comenzó en 2009 vino emparejada a la guerra contra los carteles declarada por el expresidente Felipe Calderón en su sexenio de Gobierno, de 2006 a 2012. Ese número de muertes vinculadas al crimen organizado lo proporciona cada mes, de manera segregada, la Secretaría de Gobernación, el Ministerio del Interior mexicano. El dato que ofreció en julio indica que dicho número cayó un 18% en los primeros siete meses de la presidencia de Enrique Peña Nieto (entre diciembre de 2012 y junio de 2013) con respecto al mismo periodo del año anterior, aún con Calderón, pasando de 8.631 a 7.110 muertos por actos de la delincuencia organizada.

Los datos del INEGI muestran los matices de los números de la violencia en México. El Estado en el que más homicidios hubo el año pasado fue el Estado de México, que colinda con la capital, el Distrito Federal, y que es el más poblado del país. El Estado de México tuvo 2.905 asesinatos, y desbancó del primer lugar en número absoluto de homicidios al Estado de Chihuahua, en el norte de México, que pasó de 4.500 muertos en 2011 a 2.783 en 2012. En términos relativos a la cantidad de población, sin embargo, el Estado de México tuvo 18 homicidios por cada 100.000 habitantes (uno más que en 2011, pero todavía por debajo de la media nacional) y Chihuahua 77 por cada 100.000, aunque en 2011 había tenido 126 por cada 100.000.

En 2012 los índices de asesinato por habitante más altos fueron los de Chihuahua y los de Guerrero, que está en el suroeste de México. Ambos tuvieron 77 homicidios por cada 100.000. Justo al norte de Guerrero está Michoacán, un Estado en el que en 2013 está habiendo un fuerte problema con el crimen organizado (grupos de civiles se han armado para defenderse de los narcos y ha habido crímenes tan impactantes como el asesinato de un vicealmirante el domingo pasado), pero que en los datos de 2012 está mejor que la media nacional, con 18 homicidios por cada 100.000 habitantes, uno menos que en 2011.

En otros Estados del norte, la conflictiva zona de paso de droga hacia Estados Unidos, también hay diversidad en la dinámica del crimen. En Nuevo León, según los datos de 2012, se bajó de 45 a 38 por cada 100.000, mientras que en Tamaulipas, el Estado con el que limita por el este, se subió de 32 a 46, y en Coahulia, con el que limita por el oeste, se subió de 26 a 41.

Los dos Estados con menos índice de homicidios han sido Aguascalientes, en el centro del país, y Yucatán, en el sureste, con 4 y 2 asesinatos por cada 100.000 habitantes respectivamente. La capital de México, el Distrito Federal, tuvo 12 por cada 100.000, igual que en 2011 y que en 2010.

El crecimiento exponencial que se produjo desde 2007 (no incluido) y que se ha cortado en 2012, según los últimos datos del INEGI, fue el siguiente. En 2007, 8.867 homicidios. En 2008, 14.006. En 2009, 19.803. En 2010, 25.757. En 2011, 27.213. Y en 2012, 26.037.

La media nacional de homicidios de México, 22 por cada 100.000, es muy inferior a la de países vecinos de Centroamérica como Honduras (92 por cada 100.000 en 2011) y El Salvador (69 por cada 100.000 en 2011), y también está por debajo de la de un país con el que se le compara por la narcoviolencia, Colombia, que tiene otros factores de violencia añadidos, como las guerrillas, y que en 2012 tuvo 31 homicidios por cada 100.000 habitantes, según datos de la policía. La cifra de México se sitúa en un rango próximo al de Brasil, que en 2010, de acuerdo con el último dato ofrecido por Naciones Unidas, tuvo 21 homicidios por cada 100.000 habitantes.



El vehículo en el que viajaba el vicealmirante asesinado. / AFP

LA INSEGURIDAD EN MÈXICO »

La crisis de narcoviolencia hunde en la sospecha al Gobierno de Michoacán
  • El jefe de un grupo de autodefensa civil afirma que el gobernador interino acudió al sepelio del padre de una leyenda local del crimen. Lo acusa de formar parte del cartel de los Caballeros Templarios
 Pablo de Llano México 31 JUL 2013 - 21:35 CET

Michoacán es un Estado del suroeste de México con graves problemas de orden público. En las últimas dos semanas ha muerto allí una treintena de personas en acciones del crimen organizado, entre ellos cinco policías y un alto mando de la Marina, el domingo pasado. Pero además de problemas de orden público tiene una crisis de legitimidad institucional. Su gobernador electo sufre una enfermedad grave y en abril tomó su cargo como interino su secretario de Gobernación, Jesús Reyna. Al sucesor la oposición le echa en cara que no haya sido elegido por los ciudadanos. Pero esa no es la peor cosa que le han dicho. El líder de una autodefensa civil (grupos aparecidos este año en municipios rurales de Michoacán supuestamente para defender a sus pueblos de los narcos) lo ha acusado de formar parte del cartel más importante de este Estado, una mafia del tráfico de droga y de la extorsión y con inspiraciones evangélicas conocida como los Caballeros Templarios.

El líder de la autodefensa se llama José Manuel Mireles y es médico de profesión. Dirige un grupo de civiles armados en un municipio de nombre Tepalcatepec situado en la región michoacana de Tierra Caliente, un área rural en la que se cultivan drogas como la marihuana y la amapola (base de la heroína) y en la que existen laboratorios clandestinos de metanfetamina. Es el feudo original de los Templarios, que ya han expandido sus negocios a una decena de Estados de México y por territorio de Estados Unidos. Mireles afirma que su autodefensa nació para proteger a Tepalcatepec de la violencia y de las extorsiones de los Templarios.

El lunes pasado lo entrevistaron en la cadena mexicana Radio Fórmula y respaldó un rumor insistente, que Nazario Moreno, el líder fundador de esta estirpe mafiosa, conocida como la Familia Michoacana hasta que se formó la escisión de los Templarios, no murió en 2010 en un operativo militar y policial y sigue al mando del cartel. Pero lo más sorprendente no fue que repitiese esa conjetura ya conocida, sino lo que dijo a continuación. “Está vivo. Si no, pregúntenle al Gobernador de Michoacán, que estuvo en el sepelio de su papá [del padre de Moreno] el miércoles pasado. Porque él [Reyna] también es Templario. Su esposa es hermana de la esposa de la Tuta [Servando Gómez, jefe de los Templarios]. Allí estuvieron en un sepelio público. Estuvieron todas las cabezas visibles del crimen organizado en el Estado”.

Un portavoz del Gobierno de Michoacán ha negado el nexo de Reyna con el narco: "Es una acusación absurda"

El martes un portavoz del Gobierno estatal respondió en la misma cadena al líder de la autodefensa. “Es una acusación tan falsa como absurda. Seguramente en un sepelio público alguien le hubiera sacado una foto o un video y ya estaría en las redes sociales”. El portavoz dijo que el gobernador Reyna había pasado los debidos escrutinios oficiales para ocupar su cargo y que todos en Michoacán sabían que vivía en una casa normal. Después dio a entender que el doctor que acusó de mafioso a Reyna podría tener antecedentes penales pero no añadió ninguna información que lo acreditase. El líder de la autodefensa tampoco ha respaldado con pruebas su afirmación.

José Manuel Mireles había aparecido recientemente en un vídeo de YouTube explicando los motivos de su grupo para levantarse en armas. Dijo que llevaban 12 años sometidos a grupos criminales. Primero los Zetas, después la Familia Michoacana, ahora los Caballeros Templarios, y que las policías (local, estatal y federal) estaban conchabadas con ellos y no protegían a los vecinos. Este es el argumento que han esgrimido otras autodefensas surgidas este año en Michoacán y en otros Estados de México, sobre todo en el de Guerrero, con el que limita por el sur. También se ha especulado con la posibilidad de que estos grupos civiles estén promovidos por carteles que quieren expulsar de una zona a otros carteles resguardándose detrás de la legitimidad de las acciones comunitarias. Mireles ha negado que este sea el caso de Tepalcatepec.
El doctor ha contado que ellos aguantaron durante años todo tipo de extorsiones: una cuota por cada vaca que vendían, otra por cada kilo de carne que se despachaba en las carnicerías, otra por cada kilo de tortilla de maíz vendido, etcétera, y que sin embargo no reaccionaron hasta que los delincuentes comenzaron a violar a sus hijas pequeñas. “El problema tronó cuando empezaban a llegar a tu casa y te decían: ‘me gusta mucho tu mujer, orita te la traigo, pero mientras, me bañas a tu niña, porque esa sí se va a quedar conmigo varios días’, y no te la regresaban hasta que estaba embarazada”. Mireles afirma que su autodefensa tiene capacidad para reunir a 3.000 hombres armados en menos de una hora a partir de que se hagan sonar las campanas de la iglesia del pueblo.

La leyenda de 'El más loco'

El doctor Mireles ha acusado al gobernador Reyna de ir al sepelio del padre de Nazario Moreno, líder original de los Templarios. El Gobierno de México informó en diciembre de 2010 de que Moreno había muerto en un operativo militar y policiaco. Las autoridades nunca presentaron una imagen del cadáver del narco y en Michoacán empezó a correr la idea de que no habían conseguido acabar con él.

Moreno nació en 1970 en el municipio de Apatzingán, en la Tierra Caliente de Michoacán. En su juventud cruzó a Estados Unidos sin documentos y vivió un tiempo en California. Supuestamente allí se enganchó a la metanfetamina y al final logró desintoxicarse con el apoyo de una secta evangélica, según se detalla en un perfil sobre Moreno de la revista mexicana sinembargo.

Cuando regresó de Estados Unidos fue involucrándose en el negocio del narcotráfico y finalmente montó su propio grupo, la Familia Michoacana, que dirigió hasta su supuesta muerte en 2010.
Nazario Moreno cuenta con varios alias. El Chayo, El Doctor, El Dulce, El Pastor y El más loco. En su fase de capo de la Familia, aparte de por la violencia proverbial de casi cualquier narco, se caracterizó por su fervor evangélico. Nazario Moreno incluso llegó a escribir y autoeditarse un libro de reflexiones espirituales titulado Pensamientos. La declaración de José Manuel Mireles ha vuelto a reactivar su leyenda.


Nazario Moreno, líder original del cártel de los Caballeros Templarios. /


El crimen organizado de Michoacán reta al Gobierno de México

  • El fiscal culpa a un cartel del asesinato de un vicealmirante este domingo
  •  El lunes apareció el cadáver de un comandante local

Pablo de Llano México 30 JUL 2013 - 17:30 CET

La violencia en el Estado de Michoacán (suroeste de México) se ha convertido en un reto acuciante para el Gobierno federal, presidido por Enrique Peña Nieto. Lo sucedido en las últimas 24 horas refleja la gravedad de la situación. En este territorio, campo de batalla entre carteles por el control de la producción y del tráfico de droga, fue asesinado este domingo el vicealmirante Carlos Miguel Salazar, que hasta la fecha es el mando de la Marina de mayor jerarquía fallecido en un ataque del crimen organizado, según ha precisado a este diario la Secretaría de Marina. Y este lunes por la mañana ha aparecido ejecutado un comandante local de Seguridad Pública en el municipio michoacano de Lázaro Cárdenas. Le habían dado diez balazos y al lado de su cadáver había una camioneta de lujo Jeep Grand Cherokee.

El reto del crimen organizado en Michoacán a las autoridades es notable, tanto como para romper los hábitos de la discreta política de comunicación del Gobierno federal, basada en no dar publicidad a la lucha contra el crimen organizado para no realzar el problema. Así, este lunes, el procurador –o fiscal– general, Jesús Murillo Karam, que en los nueve meses que lleva en el cargo solo había dado dos ruedas de prensa, una por la explosión de la sede de Petróleos Mexicanos y otra por la detención de la sindicalista Elba Esther Gordillo, ha hecho una excepción y ha aparecido para informar de que el responsable del asesinato del vicealmirante es el cartel más poderoso de la zona, los Caballeros Templarios. Por ahora se desconoce si el ataque tiene relación con su cargo, pero el hecho supone un salto cualitativo en la escalada de narcoviolencia que ha sufrido Michoacán en el primer año de mandato del nuevo Ejecutivo.

Solo desde mediados de julio han muerto 29 personas en Michoacán a causa de la violencia del crimen organizado

En su comparecencia, Murillo Karam precisó que tres personas que han sido detenidas por este atentado han reconocido que forman parte de los Templarios, una mafia que nació como escisión del cartel de la Familia Michoacana. La fiscalía ha informado de que los tres arrestados han dicho que su sueldo mensual dentro del cartel era de 7.500 pesos, unos 600 dólares. Los supuestos sicarios tenían cuatro armas largas y una corta, todas ellas de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas.

En el ataque, además de Salazar, murió un escolta suyo y quedaron heridos su chófer y su esposa. Murillo Karam explicó que cuando se produjo la emboscada el alto mando iba por una carretera secundaria de Michoacán - donde había pasado un par de días de descanso - de camino hacia su destacamento en Puerto Vallarta, en el Estado vecino de Jalisco. En un principio, Salazar viajaba por la autopista México-Guadalajara pero al llegar a la altura de la caseta de Ecuandureo tuvo que tomar la vía alternativa en la que luego lo emboscaron. A su vehículo le dio el alto otra camioneta. Sus ocupantes iban vestidos de civil. Pidieron su identificación al grupo del vicealmirante y finalmente llegó otra camioneta que disparó contra ellos. El fiscal detalló que, durante el tiroteo, Salazar se echó al piso para cubrir el cuerpo de su esposa. El militar no iba uniformado.

Los ataques de las últimas 24 horas contra el vicealmirante y contra el comandante local de Seguridad Pública se suman al asesinato el jueves pasado de cuatro policías en una serie de enfrentamientos en distintos puntos de Michoacán, una cadena de hechos que indica que la crisis de seguridad en este Estado no remite.

Varios carteles se disputan el control de Michoacán, centro de producción de droga y lugar de llegada de estupefacientes

Michoacán es centro de producción de droga (marihuana, heroína y metanfetaminas) y también lugar de llegada de estupefacientes, sobre todo de precursores químicos. En su costa, en el océano Pacífico, está el puerto de Lázaro Cárdenas, uno de los más importantes de México. Además, Michoacán es un punto de cruce territorial de los intereses de varios carteles, entre ellos Los Caballeros Templarios, La Familia Michoacana, el cartel de Jalisco Nueva Generación, Los Zetas, el cartel de Sinaloa y restos del de los Beltrán Leyva.

Este año, el gran síntoma del caos de seguridad michoacano ha sido la aparición de grupos de autodefensa civiles que se han armado para protegerse de los carteles, pues dicen que las fuerzas públicas no lo hacen, e incluso que en ocasiones están aliadas con los criminales. Ante esta pérdida de control institucional en algunos puntos del Estado, el Gobierno federal lanzó en mayo un operativo con miles de soldados del Ejército y de la Marina para ordenar el desbarajuste, y nombró a un general como nuevo secretario de seguridad pública de Michoacán. En aquel momento, las autoridades indicaron que confiaban en estabilizar la situación en un mes. Dos meses después parece que no han llegado a ese punto. Solo desde mediados de julio en este Estado han muerto 29 personas a causa de la violencia del crimen organizado.

Otro factor más de inestabilidad en Michoacán es la fragilidad de su Gobierno estatal. Actualmente está dirigido por un gobernador interino, dado que el gobernador electo, Fausto Vallejo, del Partido Revolucionario Institucional, sufre una enfermedad grave.


Operativo de auxilio tras el atentado contra el vicealmirante Salazar. / AFP
 
Guerra de pobres en Tierra Caliente

  • EL PAÍS viaja al Estado mexicano de Michoacán, donde varios pueblos sobreviven sitiados desde hace semanas por el sanguinario cartel de los Caballeros Templarios

Luis Prados 19 MAY 2013 - 00:01 CET

Viajar por carretera por algunas zonas de México se ha convertido en un deporte extremo. Para llegar a La Ruana, un pequeño pueblo de unos 10.000 habitantes del Estado de Michoacán, al suroeste del país, llamado oficialmente en los mapas Felipe Carrillo Puerto, hay que contar primero con la protección de la Policía Federal, salvar después un control de los Caballeros Templarios y ganarse luego la confianza del grupo de autodefensa local, que se ha levantado en armas contra ese cartel.

El pueblo, como el vecino Tepalcatepec y otros de la zona, sobrevive sitiado desde hace varias semanas por este grupo de narcotraficantes, escisión de La Familia Michoacana, que dirige un antiguo maestro de escuela, Servando Gómez Martínez, apodado La Tuta. No es una mafia cualquiera. En pleno territorio de los antiguos indios purépechas reivindica un pasado medieval de cómic y tiene un carácter sectario-religioso: convoca manifestaciones políticas, establece treguas como hizo cuando el papa Ratzinger visitó México en 2012 o le da por imponer la ley seca en sus territorios.

Ahora, los habitantes de La Ruana han dicho basta. Se han armado y se niegan a pagar las extorsiones —cuotas— que les imponen los Templarios. Con pocos víveres, sin muchas medicinas y sin gas ni gasolina —empresas como Bimbo, Coca-Cola o Pemex, entre otras, ya no se atreven a distribuir sus productos por allí—, este pueblo dedicado al cultivo del limón resiste en una guerra fantasmal, propia de un pasado que parecía definitivamente apagado. Una guerra de pobres en la que solo existe una certeza: en esta zona del país, Tierra Caliente de Michoacán, y no es la única, el Estado mexicano no existe.

Los habitantes de La Ruana han dicho basta. Se han armado y se niegan a pagar las extorsiones que les exigen

Tras pasar el retén de los Templarios instalado a la salida de la localidad de Apatzingán —unos cuantos jóvenes encapuchados armados han cortado la autopista con viejos neumáticos— se llega a Buenavista-Tomatlán. A la entrada, en una pancarta se lee: “Bienvenidos al pueblo de Buenavista, libre de cuotas y de caballeros templarios”. Cerca, un pequeño altar agujereado a balazos recuerda a Nazario Moreno González, alias El Chayo, El Doctor o El Más Loco, fundador de la Familia Michoacana, muerto a tiros en 2010 en un incidente no suficientemente claro.

Unos 30 kilómetros más adelante se encuentra La Ruana, una tierra de limoneros, granados, melones y aguacates. Junto a una carretera sin asfaltar a las afueras del pueblo está la base —una casamata y un chamizo— del grupo de autodefensa. Casquillos de varios calibres y una furgoneta calcinada dan cuenta del último enfrentamiento con los Templarios a finales de abril. Hasta ahora, 20 personas han muerto. Un grupo de hombres de todas las edades, armados con viejas escopetas y relucientes AK-47, la mayoría enmascarados, soportan un sol inclemente.

La víspera, el viernes 10 de abril, día de la Madre, el cartel había prometido una matanza. Los vecinos se reunieron a rezar por la noche mientras las autodefensas mantenían la guardia. No ocurrió nada. Un nuevo día y más cansancio.
Hipólito Mora, de 58 años, nacido aquí, es su jefe. Lleva pantalón y sombreros blancos y un polo negro con un pequeño logo de un casino de Las Vegas. Dice que con el ganado y los limones le va bien. Luce al cinto con orgullo una Browning 9 milímetros, recién comprada, a la que afirma estar dándole “buen uso”. La Tuta ofrece dos millones de pesos (poco menos de 130.000 euros) por su cabeza, y un hermano, recientemente asesinado, del actual alcalde, que vive en Apatzingán, llegó a ofrecer, según dice, “hasta 50 kilos de ice [cristal de coca] de recompensa” a quien acabara con él.

En esta tierra de limoneros y granados los repartidores de alimentos, medicinas o gasolina no entran

La noticia del día es la propuesta que le llega a través de un vídeo por parte de uno de los jefes templarios, Dionisio Loya Plancarte, El Tío. Le ofrece “un pacto por la paz y la civilidad” para evitar “más muertes inocentes y hogares enlutados”. A partir de ahí, el México bronco empieza a ponerse surrealista. “Si no llegamos a un acuerdo”, continúa, “le reto a un duelo a muerte”. Tras la amenaza se despide con un formal y desconcertante: “Siempre a sus órdenes”.

El jefe dice que el vídeo, “más que darle miedo, se le hace cómico”. “No le había visto nunca, no tengo ningún problema con él, no le he ofendido. No estamos en los tiempos del Viejo Oeste, pero si quiere un duelo, aquí tengo a mis gallos”, y señala a uno de sus jóvenes lugartenientes, que asiente con una mirada que indica que es capaz de asumir ese reto y bastantes más.

Cuenta Hipólito Mora que las cosas comenzaron a torcerse años atrás, cuando los Caballeros Templarios sustituyeron a La Familia Michoacana en el control del territorio. El pueblo llevaba décadas cultivando marihuana y en los últimos tiempos también cocinaba droga (metanfetamina). Pero a los narcos el negocio no les rentaba lo suficiente y empezaron a extorsionar a los vecinos. Cien pesos (6 euros) por vivir en tu propia casa, 150 (9 euros) por cada máquina en la tienda de videojuegos, 2.000 (130 euros) por saltarse un badén de la calle con el automóvil… y empezaron a duplicar el precio de los productos. “Todo lo dobletearon”, dice un vecino. Lo peor llegó cuando se hicieron con el control de las cinco empaquetadoras de limón del pueblo, la fuente de su riqueza, y comenzaron a pagar 2 pesos (0,12 céntimos de euros) por kilo cuando su precio en el mercado era de 3,5 (0,22 céntimos).

Uno de los líderes templarios ofrece al grupo de autodefensa un “pacto por la paz” o “un duelo a muerte”

La Ruana se rebeló y la policía comunitaria, una institución tradicional en el México rural, se convirtió en grupo de autodefensa. También llegaron las armas. Existe la sospecha de que se las proporciona el cartel Jalisco, Nueva Generación, rival de los Templarios y considerados aliados del cartel de Sinaloa, que dirige Joaquín el Chapo Guzmán. Los vecinos armados lo niegan de una manera poco convincente. Aseguran que vienen a vendérselas al pueblo y que las pagan “poco a poquito” con el dinero que sacan del limón. Como dice su jefe, “empezamos con escopetas y ahora nos sentimos chingones con las armas que traemos”. No cabe duda. Un adolescente presume de su subfusil, un Ruger Mini-14, con un alcance de 1.000 metros y más ligero que un AK-47. Dice que cuesta entre 32.000 y 35.000 pesos (entre 2.000 y 2.250 euros).
“Este es un movimiento de pobres, solo queremos que se retiren y nos dejen trabajar. No estamos en guerra, solo nos defendemos y esto no va a terminar aunque me maten a mí”, dice Hipólito Mora, orgulloso de haberles quitado la plaza a los Templarios. “Estamos abandonados, para el Estado es como si no existiéramos. Los municipales estaban con ellos y para el gobernador aquí no está pasando nada. Al presidente Peña Nieto le pediría que nos ponga un poquito de atención, no mucha, solo un poquito”, añade este admirador del expresidente Felipe Calderón, michoacano, que inició en este Estado la guerra contra el narco y sacó aquí por primera vez el Ejército a las calles.

“Empezamos con escopetas y ahora nos sentimos chingones con las armas que traemos”, dice el jefe de los vecinos

Seis años después de que comenzara esa tragedia, en la que han muerto más de 60.000 personas, los vecinos de La Ruana no pueden entrar en Apatzingán a comprar o a que les vea un médico. Un retén de los templarios a la entrada de esa localidad les pide la cédula electoral y al ver que son de La Ruana les impiden el paso.

El estado de sitio se agudiza cada día. Dos de cada tres comercios del pueblo están cerrados y los que siguen abiertos ofrecen una imagen desoladora, desabastecidos o con productos caducados. La gasolinera está cerrada, los pocos cigarrillos que quedan son de la marca Glory, que incitan a dejar el vicio, y las medicinas escasean. Los coyotes que vienen de los Estados vecinos de Colima y Jalisco con lo más básico inflan los precios: el litro de gasolina Premium (súper) lo venden a 15 pesos cuando en el resto del país está a 11,32.

Hombres y adolescentes armados hasta los dientes a bordo de camionetas patrullan unas calles casi desiertas. La dueña de una farmacia dice que el desabastecimiento es del 50% y que las ventas han caído en picado. Ya son las cinco de la tarde y ha hecho una caja de tan solo 65 pesos (unos 4 euros). “Nunca pensé que iba a vivir una cosa así”, dice a punto de romper en llanto. “Llevo 40 años en este pueblo. ¿Adónde voy a ir yo ahora? Estamos aislados y el Gobierno no hace nada”. El cerco es particularmente cruel con la gente mayor. Una dependienta cuenta que los pocos médicos que no se han marchado se las ingenian para recetar medicinas sustitutivas con las que van quedando.

De la carnicería solo queda el nombre. Apenas algo de embutido y unos pequeños pedazos de carne de res. “La mayoría de la gente no tiene dinero para comprar, ahora compran a poquito”, afirma la mujer tras un mostrador metálico e impoluto. Juan Ramón, dueño de una tienda de abarrotes con los estantes vacíos, está hasta la madre. “No podemos salir a comprar a Atpazingán ni los camiones de reparto entran en el pueblo. No me quedan cigarrillos, ni cacahuetes, ni refrescos, ni cerveza, ni yogures. Tampoco vendo nada. Lo estamos pasando mal”.

El alcalde de Tepalcatepec, a unos 20 kilómetros y también sitiado, ha declarado que entre el 20% y el 30% de los vecinos se han marchado. De La Ruana también se fue el cura tras ser amenazado por apoyar a la gente. El nuevo padrecito, José Luis Suárez Barragán, de 57 años, lleva una semana, pero ya estuvo aquí antes y conoce la zona. Es la autoridad moral del pueblo frente al nuevo poder real del jefe del grupo de autodefensa.

Es un hombre modesto, cauto, pero tiene algunas ideas muy claras: “Estamos peor, el pueblo está cercado, y la gente, triste, angustiada, pero la situación no es nueva. Aquí, como en todo México, nunca ha habido ley para los pobres, y cuando hay violencia son a ellos a quienes matan y secuestran. ¿Dónde está el alcalde, el gobernador, el presidente de la República, dónde están? ¿Quién votó por esas autoridades?”.

El martes, dos hombres aparecieron colgados en el arco metálico que da la bienvenida a la comunidad de Limón de Luna, municipio de Buenavista-Tomatlán. Los cadáveres presentaban señales de tortura, una bala en el cráneo y un pequeño cartel que decía textualmente: “Esto les paso por saber lo que estaban planeando los de Jalisco, ay te dejo tu gente ipolito”.

El jueves, el Gobierno del PRI anunció una nueva estrategia de seguridad para Michoacán, “municipio por municipio”. Otra más.


Peña Nieto, en el funeral del vicealmirante Carlos Miguel Salazar, asesinado este domingo. / HO (AFP)

 Territorios sin Estado

Michoacán no es un caso aislado. La violencia y una conflictividad social de muy diferentes causas ponen diariamente contra las cuerdas al Estado mexicano en amplias zonas del país. Tal vez porque, como sostienen muchos analistas e historiadores, nunca estuvo en ellas.

En el vecino Estado de Guerrero, uno de los más pobres del país, la actividad de diferentes carteles de narcotraficantes, grupos de autodefensa vecinales, maestros en lucha contra la reforma educativa aprobada el pasado diciembre, normalistas (alumnos de escuelas de magisterio rurales) que exigen que se les garanticen puestos de trabajo y vestigios de grupos guerrilleros de los años setenta han generado una situación que se puede calificar de desgobierno, si no de verdadero Estado fallido.

En Acapulco, el antiguo paraíso turístico y capital económica del Estado, diversos grupos del crimen organizado libran una guerra de todos contra todos, que alienta a su vez la delincuencia común como se ha visto en los últimos meses con los ataques a turistas. La autopista del Sol, que une Ciudad de México con las famosas playas, destino natural de los capitalinos en fines de semana y vacaciones, es frecuentemente bloqueada durante horas por protestas de maestros y normalistas para desesperación de los viajeros.

En otras zonas, algunas comunidades han creado grupos de autodefensa para proteger sus tierras del robo y el terror de algunos carteles. Instalan retenes en las carreteras y han formado tribunales populares donde juzgan a los supuestos culpables, al tiempo que algunos de ellos son armados por bandas rivales.

En el Estado de Tamaulipas, en el noreste, frontera con Estados Unidos, tres antiguos gobernadores priistas están huidos de la justicia por corrupción, y se vive una guerra abierta por su control entre el cartel del Golfo y los Zetas, grupo formado por desertores del Ejército, hasta el extremo de que las agencias de la ONU han dejado de acudir allí por el peligro que representa. En la Comarca Lagunera, en el centro norte del país, y en algunos puntos de los Estados de Zacatecas, Sinaloa o Veracruz, el crimen organizado asesina, tortura, secuestra y extorsiona para imponer su ley. Víctimas propiciatorias son los periodistas y otros profesionales, así como pequeños comerciantes y la gente más humilde.

Pero la violencia no es estática. En su guerra por el control del tráfico de drogas, los carteles se desplazan de un Estado a otro en función de sus victorias y derrotas. Este factor, unido a políticas de seguridad exitosas, ha hecho disminuir en los últimos tiempos la tasa de homicidios en lugares como Ciudad Juárez, Tijuana y el Estado de Nuevo León, que durante años ocuparon las páginas de la prensa mundial.

Por el contrario, la acción de grupos criminales y otros intereses oscuros han logrado desestabilizar en los últimos meses los Estados de Guerrero y Michoacán, generando una situación que se ha convertido para muchos observadores en la otra cara de la agenda de reformas del presidente Enrique Peña Nieto, tan elogiada internacionalmente. Tras ser criticado por su inacción, el Gobierno mexicano se decidió al fin el pasado jueves a intentar rescatar a Michoacán de la inseguridad. Un general de división, con manos libres para nombrar a sus colaboradores, será a partir de ahora el encargado de poner orden en el Estado.

El Gobierno del PRI llegó al poder en diciembre con la promesa de aplicar una nueva estrategia de seguridad, basada en la reducción de la violencia, pero aún no está claramente definida, ni tampoco ha dado frutos. El número de muertos desde entonces, más de 3.500, se mantiene en el promedio de los años del expresidente Felipe Calderón, y el número de secuestros también permanece estable. Los denunciados entre enero y febrero de 2011 fueron 217 y en los dos primeros meses de este año han sido 226, según datos del experto en seguridad Alejandro Hope. La formación de un nuevo cuerpo policial, la Gendarmería Nacional, sobre el modelo de la Guardia Civil española, que debería contar con 10.000 agentes a fines de año, ha suscitado dudas sobre su puesta en marcha por razones presupuestarias y de encaje con otras instituciones como el Ejército, la Marina y las policías federal, estatal y municipal.

El investigador Raúl Benítez, editor junto con el profesor Sergio Aguayo del Atlas de la seguridad y la defensa de México 2012, publicado en abril, opina que México libra tres guerras a la vez: “La del Estado contra las organizaciones criminales, la de estas entre sí y la de la parte limpia del Estado contra la contaminada. Y sin esta guerra contra la corrupción no tendrá éxito la otra”.

http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/17/actualidad/1368803442_373296.html



“Dile al alcalde que ni se meta, porque lo matamos”
6 Agosto 2013 - 2:24am
— Reportaje por Marco Antonio Coronel

Amenazados por el crimen organizado o forzados por las 'autodefensas', seis ediles operan a distancia en la entidad.

Tierra Caliente, Michoacán • Al menos seis alcaldes gobiernan a distancia en Tierra Caliente, Michoacán. Algunos dejaron sus municipios porque fueron amenazados de muerte y otros porque los expulsaron los grupos de autodefensa, que los acusan de pertenecer al grupo criminal de Los caballeros templarios.
Guillermo Valencia Reyes, presidente municipal de Tepalcatepec, es uno de los ediles michoacanos que no puede pisar su oficina. Lleva más de dos meses gobernando desde Morelia, porque un grupo de encapuchados lo amenazó.

“El 28 de abril llegó un comando a amenazarme de muerte; me dijeron que no me querían volver a ver ahí, entraron a la presidencia municipal portando armas de uso exclusivo del Ejército”, señaló Valencia Reyes, quien a mediados de mayo huyó de Tierra Caliente.

La presidencia de Tepalcatepec contaba con circuito cerrado de videovigilancia. Las cámaras captaron el arribo de los hombres armados que lo amenazaron.

“Dile al presidente que chinge a su madre de Tepalcatepec, que no debe pasar de Buenavista Tomatlán para acá, que ni se meta, porque lo vamos a matar”, le dijeron al subdirector de la policía municipal. La ausencia del edil ha provocado varios problemas en Tepalcatepec.

“Varios programas sociales no se están aplicando y las obras se tuvieron que interrumpir por la ausencia del señor Valencia”, dijo José Buenrostro, secretario del ayuntamiento.

“Lamento muchísimo lo que está pasando, pero no es mi culpa que algunas obras no se puedan construir. Los culpables son los que orquestaron estas amenazas para que yo no pueda trabajar allá”, respondió Valencia.

Los otros cinco alcaldes que han aceptado gobernar a distancia son Juan Hernández Ramírez, de Aquila; Justo Humberto Villa Cerrillos, de Chinicuila; Rafael García Zamora, de Coalcomán; Luis Torres Chávez, de Buenavista Tomatlán, y Jesús Cruz Valencia, de Aguililla.

“En mi caso no fue la autodefensa la que me sacó de aquí, yo los conozco y la mayoría es gente de trabajo, como el doctor Mireles, uno de los integrantes de la autodefensa, a quien le pido que me ayude a regresar a mi comunidad”, pidió Valencia.

Cuando el alcalde de Tepalcatepec abandonó su oficina aparecieron, afuera de la presidencia municipal, decenas de mantas en su contra. En algunas se le acusaba de ser el “templario mayor”.

“Quienes colocaron esas cartulinas son muy irresponsables, solo buscan difamar y denostar mi trabajo como político en Michoacán; yo les pido a quienes escribieron eso que muestren pruebas y que dejen de calumniar”, pidió Guillermo, quien no opera en el municipio desde el 15 de mayo.

Valencia Reyes afirmó que un grupo político conformado por ex integrantes del PRI utilizó a miembros de la autodefensa para ejecutar las amenazas de muerte que lo obligaron abandonar sus oficinas.

“Daría mi vida por Tepalcatepec, pero hago responsable de lo que me ocurra a Uriel Farías Álvarez, ex presidente municipal, quien utiliza todas esas artimañas para afectar mi imagen y tenerme fuera del municipio”, aseguró.

“Las autodefensas no tienen nada contra el gobierno; nuestro único enemigo es el crimen organizado. El único pacto no escrito que tenemos entre las poblaciones es que estos señores (los templarios) jamás vuelvan a entrar a nuestra comunidad”, aseguró José Manuel Mireles, uno de los líderes más visibles del grupo de autodefensa en Tepalcatepec.

“Le pido a la población que entienda por qué no estoy allá, que sigo trabajando desde Morelia y que no vuelvo porque estoy amenazado de muerte, que comprendan que mi vida y la de mi familia corren peligro”, dijo Valencia Reyes, quien proporcionó a MILENIO el video dónde se observa a los hombres armados arribar a la presidencia municipal.

“Dile al director (de Seguridad Pública municipal) que no queremos que venga para acá, porque lo vamos a matar (…) y el que sigue es el presidente municipal”, se escucha en el material.




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